Gabriele Vestri, Margarita Castilla Barea
Datos técnicos
Todo cambio de era necesita nuevos términos, conceptos y palabras que nos permitan construir y dar sentido a las nuevas realidades que se están configurando frente a nosotros. Vivimos un momento de cambios sin precedentes, de transformaciones históricas que se suceden a una velocidad cada vez mayor. Casi todos estos cambios están enmarcados en la digitalización, a partir de la que estamos dibujando una nueva forma de ver, entender y vivir en el mundo.
Suelo decir que la lengua no es solo una herramienta de comunicación, si no una forma de entender la vida, un mapa del mundo. Las palabras no solo representan nuestra realidad, sino que la modelan. Nombrar y poner palabras a estas ambiciones e inquietudes colectivas nos permite generar horizontes y entornos comunes sobre los que progresar como comunidad.
Pero no debemos olvidar que el lenguaje puede generar barreras, y está en nuestras manos asegurarnos que las palabras no excluyan, no dividan, sino que tiendan puentes para unir a las personas y nos ayuden a ser una sociedad más integrada.
El éxito de una transición digital verdaderamente inclusiva e integradora a nivel social pasa por impulsar esfuerzos coordinados para acercar ese lenguaje, esos conceptos sobre los que nos estamos construyendo como generación, a todas las personas que así lo requieran, particularmente a aquellos colectivos que tradicionalmente han tenido más dificultades en este acceso. Incorporar al conjunto de la sociedad a una revolución digital que ofrece estas oportunidades de progreso económico y social sin precedentes es una responsabilidad que gobiernos e instituciones, tanto públicas como privadas, debemos asumir como nuestro compromiso con una sociedad digital verdaderamente justa, inclusiva y cohesionada.
Esta ha sido siempre nuestra perspectiva desde la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. Nacida en 2020, y perteneciente al Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, como institución, hemos puesto el foco en que las iniciativas de transformación digital que impulsábamos fueran acompañadas de palabras y conceptos cercanos a todos los ciudadanos. Así, generando un nuevo mapa, hemos trabajado en darle un nuevo sentido a palabras como «vertebración» (territorial), «brecha» (digital) o «derechos» (digitales) todas cruciales en el nuevo contexto generado por la era digital. Y hemos adoptado y/o convertido en familiares conceptos como «Inteligencia Artificial», «Transparencia algorítmica» o «ciberseguridad»
Por eso, celebramos enormemente el planteamiento de este diccionario de términos tecnológicos-disruptivos, pero, sobre todo, celebramos que sea en español, que no es solo un activo y patrimonio histórico, sino también tecnológico como se ve en el PERTE de la Lengua. El diccionario camina en esta dirección, y representa un ejercicio enormemente positivo de cara a afrontar este cambio de paradigma que abordamos como sociedad. Un proyecto que sienta un precedente determinante, y marca la senda a seguir para ofrecer las herramientas adecuadas a disposición de la ciudadanía que garanticen la riqueza y diversidad en esta transición que estamos experimentando.
El conocimiento, la materia prima esencial de esta revolución digital, se sustenta sobre el uso y transmisión de nuevos conceptos. Una vocación que este diccionario representa de manera excepcional, generando un corpus dinámico y flexible que aspira a ser la base de una digitalización accesible y abierta.
En un mundo donde las plataformas digitales tienen la capacidad de amplificar el odio a través de la manipulación del lenguaje, es una gran noticia contar con herramientas que recuperen el valor de la palabra, su significado y su esencia.
Carme Artigas Brugal
Secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial
Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital
Vivimos en un mundo en cambio. Las transiciones verde y digital son, indudablemente, las dos grandes líneas que vertebrarán esta década, trayendo una reconfiguración de nuestras sociedades y también un importante cambio de paradigma. A esto se añaden los avances tecnológicos de los últimos años, que avanzan a un ritmo vertiginoso haciendo cada vez más complejo entender qué es lo que pasa a nuestro alrededor y, sobre todo, como gestionarlo.
Lo cierto es que la mayor parte de nuestras interacciones se han trasladado a chats, redes sociales y mensajería. Esto, sumado a las medidas para controlar la propagación del virus de la COVID-19, ha dado como resultado la generalización y la intensificación del uso de las tecnologías digitales en todos los ámbitos: el trabajo, los cuidados, la banca, las compras, la enseñanza o el aprendizaje. Pero también lo han hecho los intentos de fraude, los discursos de odio y la exclusión digital. Nuestro mundo ya es digital. Por ello es tan importante para la Unión Europea fomentar, por un lado, el potencial que tienen estas tecnologías para el bienestar y la competitividad de Europa y, por otro, controlar los riesgos inherentes o prevenir sus consecuencias.
Es en este escenario tan convulso en el que la democratización del conocimiento cobra un papel fundamental para conseguir una (re)construcción de sociedades más justas, igualitarias y resilientes. Durante siglos, el acceso al conocimiento ha estado limitado a unos pocos, haciendo de la educación un privilegio. Así, el derecho a la educación es una de las conquistas más importantes de los últimos tiempos, ya que ha ayudado a reconfigurar las jerarquías sociales y a mejorar la vida de millones de personas. Primero con la creación y difusión de la enciclopedia y posteriormente con la llegada transformadora de Internet, cada vez más ciudadanos pueden acceder a contenidos e información de la más diversa índole. No obstante, uno de los problemas que ha generado esta cantidad masiva de información ha sido, paradójicamente, la creación de sociedades de la desinformación, en las que filtrar y comprobar la veracidad de los contenidos se convierte en una tarea cada vez más complicada. Por este motivo, ya no sólo necesitamos acceso al conocimiento, sino que ahora debemos también aprender a contrastar el mismo.
En el marco de esta transición digital y de los avances disruptivos que se están produciendo, entra en acción un concepto para mí capital: la ilustración digital. Esta noción (digital literacy en inglés) toma como referencia al fenómeno de la ilustración francesa para evocar un enfoque holístico de la educación en materia digital. Es decir, no solo hace referencia a la adquisición de conocimientos técnicos para el uso de las herramientas y realidad digitales, sino que también alude a la necesidad de tomar consciencia y hacernos responsables del impacto de las tecnologías en las distintas facetas de nuestra vida, de manera que podamos ejercer un control democrático sobre ellas y alcanzar una verdadera ilustración digital que se ramifique por toda la sociedad. La ilustración digital abarca no solo la capacitación del público en general como usuarios, sino también la formación de los trabajadores, incluidos los del sector público. Por lo tanto, esta ilustración digital de la población, con especial atención a los grupos vulnerables, debe ser una prioridad política. Es esencial que utilicemos la transición digital como oportunidad para reducir brecha social en términos de desigualdades y de garantizar acceso real a las oportunidades.
Y en Europa se es consciente de esta necesidad. La Unión Europea aspira a convertirse en una economía moderna, justa, sostenible, eficiente en el uso de los recursos y competitiva en el escenario global. De ahí que haya señalado la transformación transversal de todos los sectores y su adaptación al entorno digital como el gran objetivo para estos años. Una de las prioridades de la Comisión Europea bajo el mandato de Úrsula Von der Leyen ha sido precisamente la de «Una Europa Adaptada a la Era Digital», una estrategia digital de la Unión Europea para la formación de las personas con una nueva generación de tecnologías.
El objetivo de la Unión se convierte así en el de consolidar su soberanía digital y en producir de una serie de normas que la hagan referente mundial en el ámbito digital, como es el caso de la Ley de Inteligencia Artificial o Ley de Datos, o de otros textos ya aprobados que forman parte del paquete digital como la Ley de Mercados Digitales y la Ley de Servicios Digitales. Además de esto, también se están dedicando fondos al desarrollo del Plan de Acción para las capacidades digitales, que pretende extender el conocimiento de dichas herramientas digitales entre los distintos sectores.
Concretamente en el Parlamento Europeo venimos reflexionando en los últimos años sobre las normas que pueden dirigir el desarrollo de dichas tecnologías y, en particular, sobre la necesidad de elaborar un marco ético. Uno de los mejores ejemplos de esto es la legislación que estamos llevando a cabo sobre Inteligencia Artificial. En el Informe de iniciativa legislativa sobre el marco ético aplicable a la Inteligencia Artificial, la robótica y las tecnologías conexas, aprobado en el año 2021 y en el que fui ponente del Parlamento Europeo, trabajamos por reflejar que el desarrollo tecnológico de IA se realice con una aproximación humanística y humano céntrica, que respete nuestros valores y principios europeos y los derechos fundamentales.
El uso de las nuevas tecnologías, como la IA, puede generar una amplia gama de beneficios económicos y sociales en todos los sectores al proporcionar predicciones, optimizar las operaciones y la asignación de recursos, y personalizar las soluciones digitales disponibles para los ciudadanos. Lejos de huir y dejar pasar el tren tecnológico que representa la transición tecnológica, debemos saber enfrentarnos y dar soluciones a los retos que pueden venir con ella para, así, poder explotar su enorme potencial de desarrollo social y económico. Para ello, es fundamental contar con una regulación sólida, pionera y alineada con los valores europeos.
Establecer los conceptos es crear realidad. En este contexto de cambio, donde tanto la realidad física como la digital se están redefiniendo, este diccionario es clave porque nos ayuda a concretar términos todavía en desarrollo y debate en plena transición, bajando al terreno las nuevas ideas que se están configurando. Lo que no se define no se puede abordar, sobre todo en el ámbito jurídico. Por lo tanto, es esencial fijar bien estos nuevos conceptos para poder actuar así sobre ellos, entendiendo como el ordenamiento jurídico puede actuar sobre estos, así como cuál es la extensión y los limites concretos sobre los que se puede operar desde una óptica legal.
Sociedades informadas crean democracias fuertes. La digitalización de nuestras sociedades debe ser integradora y participativa, dando prioridad a cuestiones de diversidad, accesibilidad e ilustración digital en todos los niveles. Y para lograr esto no hay mejor forma que garantizar el acceso al conocimiento, alcanzando asó algo que un libro tan sencillo y complejo a la vez como este diccionario puede conseguir: dar el poder a las personas.
Ibán García del Blanco
Diputado en el Parlamento Europeo. Coordinador del Grupo S&D en la Comisión Especial sobre Inteligencia Artificial en la era digital
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