J. Pérez Herreras y Carlos Labarta Aizpún
Datos técnicos
Sobre el fuego de la cocina cuelga un gran caldero negro. Me dicen que toda buena idea se cocina, con el conocimiento y manejo de una técnica que termina convirtiéndose en la mejor arquitectura. Su lumbre dará luz a nuevos espacios y lugares. Desde aquel fuego, tras un viaje interior que cruza huecos y ventanas como el que descubría la sala vestibular, surge un nuevo exterior. Un nuevo lugar, quizá un nuevo jardín secreto. Una buscada naturaleza surge como origen y marco de aquella buena arquitectura. No es ninguna sorpresa, la arquitectura sin lugar no es arquitectura. En este viaje interior que transita del fogón a la naturaleza hay un búho. Su mirada misteriosa nos reta a descubrir eso que los demás no son capaces de ver.
En un primer plano y sobre una gran mesa, descubro una colección de materias traídas de aquellas rutas que recorrían el mundo. Cocinar un buen proyecto exige saber de un mundo, que permanece a la espera de ser descubierto. Tras aquella mesa y casi de frente a la puerta de la cocina, hay una joven pareja de arquitectos. Él viste una camisola negra poco arreglada y ella un sencillo chal blanco. No les queda mucho tiempo para más atavíos. No importa, su sobriedad es elegante. Ambos me miran de una forma un tanto orgullosa. Parecen seguros y orgullosos de lo que hacen y cómo lo hacen. Cocinan la arquitectura de un tiempo próximo, su tiempo, en la habitación más oculta de la casa. Pero saben que ahí reside el origen, el hogar de una casa que permanentemente sirve habitación a un mundo en inevitable cambio.
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