Jorge Volnovich
Datos técnicos
Si hay impunidad o no existe la sanción social, el trauma es más trauma, ya que siempre el niño y el adolescente van a sentirse culpables de haber destruido esa familia, culpables y avergonzados de haber producido o permitido el abuso sexual. En efecto, la víctima siente la culpa, mientras que el victimario difícilmente lo hace, atrincherado en millones de justificativos. Muchas veces, cuando se trata de mujeres y hombres adultos o adolescentes mayores que han vivido tan terrible experiencia en su infancia, hablamos de la culpa del sobreviviente. Son aquellos que han conseguido sobrevivir a la situación más arrasadora que puede experimentar un ser humano.
Una cosa es cierta, si hablamos de los sobrevivientes de lo peor al referirnos a niños, niñas y adolescentes que han sufrido abuso sexual en la infancia, podemos afirmar que mucho más lo son después de atravesar el oscuro laberinto de las instituciones que los maltratan.
Las buenas prácticas llevadas a cabo en todos estos años en el campo de la atención de niños, niñas y adolescentes permiten constatar que existen vías posibles de abordaje múltiple, heterogéneo y polívoco de un tema tan terrible que permite eludir las “encerronas trágicas” generadas por el patriarcado sexista, así como la alienación máxima propuesta por el neofuncionalismo del mercado. Esto último no resulta un tema menor en la práctica desarrollada en las últimas tres décadas marcada a fuego por la Convención Internacional de Derechos del Niño sancionada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989.
Se trata, en última instancia, de escuchar, de comprender o, mejor dicho, de procesar la aprehensión psicoanalítica y socioanalítica de la producción de los niños y niñas sobrevivientes de lo peor en una dimensión que trasciende la mera técnica y la neutralidad científica para sumergirnos en la profundidad de la ética y la historia.
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