MARÍA ALICIA BIANCHI
Datos técnicos
Si bien la llamada década del cerebro (of the brain) fue en los inicios de los ´90, se necesitaron muchos años más para que, junto con los avances de la neurociencia, se lograra mirar “más allá del oído”.
Tuvimos una base de aprendizaje en nuestros años de universidad acerca de las llamadas hipoacusias centrales, pero confieso que el tema nunca me había quedado muy en claro.
Así comenzamos a estudiar sobre Procesamiento Auditivo Central (PAC) con un grupo de colegas y discípulas en el Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Español. Logramos diferenciar claramente audición de comprensión, lo cual significa que podemos oír pero no comprender.
Casi toda la bibliografía a nuestro alcance estaba escrita en inglés, en francés o en portugués, se nos hacía dificultoso comprender con facilidad el material. En algunas ocasiones, perdíamos los detalles o equivocábamos ciertos conceptos debido a las dificultades idiomáticas.
Luego de varios viajes a la Universidad de Sao Paulo (USP) Brasil, la Prof. Dra. Eliane Schochat aclaró mis dudas aportando, con mucha paciencia, todos sus conocimientos sobre el tema. A ella estaré siempre agradecida.
Este libro, junto con dos destacadas colaboradoras la Dra. Nora Neustadt y la Lic. Mónica Rousseau, a quienes agradezco la colaboración, pretende comentar y explicar en habla hispana lo referido al tema Procesamiento Auditivo Central (PAC).
La audición es esencial para la adquisición y la expresión del lenguaje. Sirve de base para la comunicación verbal, la forma más común de interacción social.
El deterioro auditivo y la pérdida de la audición representan incapacidades que limitan una comunicación eficaz. El proceso de audición, es decir, la acción de oír, comienza cuando las ondas sonoras llegan a la membrana timpánica que se localiza en el final del Conducto Auditivo Externo (CAE). La vibración consiguiente de la membrana timpánica convierte las ondas en energía mecánica, con lo que los huesecillos del oído medio yunque, martillo y estribo se mueven de un lado a otro. Esta energía mecánica se transforma en energía eléctrica en el líquido coclear del oído interno.
El patrón de ondas en el oído interno estimula las células sensoriales de la cóclea que transforman la energía eléctrica en impulsos nerviosos. Estos impulsos son transmitidos por las fibras del VIII par a los núcleos cocleares del tronco cerebral. Las células cocleares los proyectan hacia los múltiples puntos sinápticos del tronco cerebral y el tálamo, antes de transmitirlos a la corteza auditiva primaria, en la circunvolución de Heschel que se localiza en la superficie superior del lóbulo temporal. Los impulsos auditivos viajan desde la corteza auditiva primaria y secundaria hasta el área de Wernike (lenguaje asociativo).
En estas áreas de centros superiores, las señales auditivas se analizan e interpretan como mensajes significativos específicos del lenguaje, y en el área de Wernike tiene lugar la comprensión del lenguaje hablado.
Durante mi larga trayectoria de trabajo asistencial, he tenido la oportunidad de observar a ciertos pacientes que acuden a la consulta diciendo: “Oigo, pero no entiendo lo que me dicen”. Por lo general, son adultos jóvenes aproximadamente entre 18 y 50 años de edad, con buen nivel sociocultural. Lo que realmente llama la atención es que sus estudios audiológicos de rutina (audiometría tonal, logoaudiometría, timpanometría, impedanciometría) se encontraban perfectamente dentro de los parámetros normales, como así también la otoscopía y el examen clínico ORL.
Estos pacientes, por lo general, regresaban al siguiente año con el mismo motivo de consulta; por supuesto, su respuesta al examen ORL y estudios de rutina continuaban dentro de la normalidad.
Durante muchos años me cuestioné qué sucedía con estos pacientes. También se han presentado niños entre 5 y 6 años hasta 14-15 que llegaban acompañados por sus padres, con el discurso: “Está sordo, hay que repetirle hasta dos y tres veces las frases” y por ende, el correspondiente problema académico, como así también los adultos mayores de 55-60 años en adelante, con hipoacusias moderadas y manifestando serios problemas de comprensión de lenguaje (algunos aún con prótesis auditiva).
En los niños, comencé a observar la normalidad de los estudios de rutina, y en principio, podíamos pensar en una cuestión de “retraso madurativo” del Sistema Nervioso Central, lo cual sabemos, varía de un niño a otro.
En los adultos mayores, también tuvimos en cuenta los cambios estructurales a nivel de centros superiores, atrofias degenerativas propias de la edad, despoblación neuronal, etc., también variaban notablemente de un individuo a otro.
Pero en esta observación quedaba una amplia franja de adultos jóvenes con serios problemas de comprensión del habla, demostrando audición dentro de los valores normales, que nos generó siempre un gran interrogante. Obviamente, lo único que nos quedaba por pensar era que algo estaba ocurriendo más allá del oído.
Así fue como comenzamos a estudiar las llamadas hipoacusias centrales, casi con la seguridad de que encontraríamos el meollo de la cuestión.
Debo confesar que aprendí de los mismos pacientes mucho más de lo que pensaba. En sus relatos remarcaban serias dificultades de comprensión en ambientes de ruido, en ambientes reverberantes, a distancia, o cuando perdían las pistas visuales, etc. Ellos escuchaban y comprendían perfectamente bien en situación ideal, a un metro de distancia, en un ambiente de silencio y con pistas visuales. Pero ante la menor degradación de mensaje o interferencia del mismo, se sentían completamente desorientados.
El problema no era tanto confundir 66 con 76, sino que se trataba más bien de una falla semántica, de comprensión del significado de la frase, es como que entienden algo parecido, pero no el mensaje exacto. Por ej. “Me dicen a partir de las 13 h. y yo entendí hasta las 13 h.” o “Me dijo que nos vemos a la tarde pero no me quedó claro si voy yo o viene ella” o “Traeme la remera verde y vengo con la remera roja”. Estos relatos textuales de los pacientes fue lo que más me sorprendió. Evidentemente, lo que prevalece en ellos es una cuestión de cierre auditivo.
Este grupo de pacientes adultos jóvenes no son muy frecuentes, por lo general, son de sexo femenino quienes se atreven más a la consulta, y nos llegan cuando realmente tienen problemas académicos y sociales, según reza la literatura. Yo agregaría también problemas familiares y laborales, cuando les dicen: “¿Estás sordo?” y no registran el mensaje correcto.
Gracias a estos relatos pude elaborar un pequeño interrogatorio de diez preguntas tratando de encuadrar la problemática.
Así fue como diagramamos un protocolo de estudio combinando tests comportamentales con estudios electrofisiológicos. De esta manera, comprendimos que el sistema auditivo es uno solo, que comienza en el oído y finaliza en la corteza auditiva primaria y en las áreas de asociación.
Acorde con todo lo expuesto, radica mi deseo de trabajar sobre el tema.
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