Vilar Sánchez, Juan Antonio
Datos técnicos
Los elementos poliorcéticos de la Alhambra, i.e. sus murallas, torres, fosos y baluartes, son quizá los elementos arquitectónicos más abundantes y visibles del conjunto monumental, a la par que los menos accesibles, los más desconocidos y los más olvidados. Si han conseguido llegar en buen estado hasta nuestros días, lo ha sido gracias a la acción puntual de unos pocos conservadores, entre los que hay que destacar a Modesto Cendoya Busquet, a su fuerte consistencia y estructura, hecha a prueba de bombas, así como al permanente deseo de las autoridades alhambreñas (alcaides, gobernadores y conservadores) de mantener intacto y cerrado todo el perímetro defensivo de la fortaleza para mejor controlar y proteger el interior del monumento. A pesar de no ser accesibles a la mayor parte de visitantes, los pocos que consiguen visitarlos suelen quedar impresionados, a veces anonadados, por la sorpresa de su contenido, así como por el panorama que desde ellos se ofrece ya que son, en su mayor parte, miradores aventajados sobre la ciudad, la Vega, la Sierra Nevada y sobre el cercano entorno alhambreño. Para el público en general, las torres son el espacio más cargado de romanticismo y cada una de ellas disfruta de su propia leyenda, en la que con una cierta base histórica se desarrollan contenidos fantásticos, plagados de tesoros, de infantas enamoradas, de princesas cautivas, de amores imposibles, pero también, de prisioneros vejados y olvidados, de ruines alcaides y de monstruos descabezados. Nada de esto aparece en mi libro, ya que he preferido mantenerme en lo posible en el mundo real, dejando ese apartado en manos de románticos poetas o de novelistas acostumbrados a ensoñar y a atravesar lo real para descubrir lo que hay oculto detrás de esa falsa verdad diaria. Son muchas las transformaciones que han sufrido las torres y murallas de la Alhambra, así como las de sus fortalezas adjuntas, muchas también las vicisitudes que han pasado. Así tras su construcción, ocurrida fundamentalmente entre los siglos XIII y XIV, se tuvieron que llevar a cabo continuas adaptaciones y reformas en la misma época musulmana, proseguidas al poco de la conquista cristiana, en 1492. Ese año marca el inicio de las primeras grandes transformaciones organizadas por los Reyes Católicos, intentando adaptar la obsoleta fortaleza alhambreña a la moderna guerra artillera. En esa labor, la Alhambra tuvo la suerte de contar con uno de los mejores maestros artilleros de la época, el aragonés maese Ramiro López, que experimentó en la Alhambra novedosos baluartes artilleros, traverses, troneras, falsabragas, antemuros, fosos, que pocos años más tarde plasmaría en su otra obra maestra, la fortaleza de Salsas la Nueva en el Rosellón, condado transpirenaico que formó parte del territorio español hasta la paz de los Pirineos. Esa novedosísima fortaleza se convertiría en su época, en máximo exponente de los avances poliorcéticos, siendo admirada y tenida por una de las más importantes de Europa por el pintor Alberto Durero, experto conocedor de la materia. Su antepasado más cercano era el castillo de Bibataubín en Granada, lugar donde Ramiro López experimentó las nuevas técnicas poliorcéticas que luego plasmaría en Salsas.
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