GUILLERMO BORJA, CLAUDIO NARANJO
Datos técnicos
Un psicoterapeuta de métodos atípicos es detenido por organizar ceremonias de inspiración indígena con plantas alucinógenas en el desierto mexicano.
Recluido durante cuatro años, Guillermo Borja logra convertir su siniestro destino en un camino de autoconocimiento cuando la subdirectora de la cárcel le invita a hacerse cargo del pabellón de psiquiatría, donde 72 enfermos mentales recobrarán progresivamente la salud gracias a su original manera de concebir la terapia y la vida.
Así nacióLa locura lo cura, un prodigioso manifiesto terapéutico humanista donde Borja nos ofrece las perlas de sabiduría que le ayudaron a gestar su inolvidable experiencia de transformación colectiva.
Sus páginas combinan las técnicas gestálticas con el legado de sus maestros -psiquiatras insólitos, curanderas indígenas, chamanes huicholes- en un tratado sobre la salud y la felicidad que nos invita a recorrer sin miedo nuestro viaje a la conciencia.
GUILLERMO BORJA
Psicoterapueta y chamán urbano, nació en Irapuato, México, en 1951.
En sus primeros años de formación estudió con el doctor Salvador Roquet, pionero del trabajo con psicotrópicos en México. Más tarde se convirtió en discípulo del doctor Claudio Naranjo. En esos años creó su propia corriente de trabajo terapéutico, que incorporaba aspectos como la terapia sobre la muerte y la terapia con alucinógenos, sin olvidar su peculiar budismo «Mem». Su potente estilo de confrontación dejó huella en toda una generación de grandes gestaltistas en México, España, Brasil e Italia, que hoy se reconocen discípulos de «Memo».
«Memonio»
Guillermo Borja pertenece a un linaje de excepción: el de los terapeutas malditos, el de los psiquiatras revolucionarios, cuyo rasgo distintivo consiste en dejarse tomar por la locura que habita a todo psicoterapeuta.
Wilhelm Reich, David Cooper y Sandor Ferenczi comparten con Borja este poco envidiable privilegio, inevitablemente acompañado de persecución, ensañamiento y martirio. Después de cuatro años de reclusión en la cárcel de Almoloya, y sólo seis meses después de ser liberado, murió de sida en julio de 1995.
Pariente lejano de los Borgia, «Memonio» fue un hombre de acción que salió de su consulta para llevar la psicoterapia a la calle, al desierto, a la cantina y a la cama. Su vida de enfant terrible le llevó a prisión, donde transformó de manera casi milagrosa la vida en el pabellón psiquiátrico: sus «loquitos», antes abandonadosa la miseria y la violencia, lograron formar una comunidad, aprendieron a meditar y a cultivar un huerto en incluso ganaron un festival de teatro.
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