Sinopsis

En la primavera de 2002 la Comisión Europea había adoptado una Comunicación titulada "Hacia una Estrategia Temática para la Protección del Suelo". Este documento presentaba la peculiaridad de explicitar, por primera vez, los elementos a considerar en una política comunitaria de protección del suelo. Aunque una comunicación como la que aquí se menciona es un documento que carece de fuerza legal alguna, sí que marca los límites de su posterior desarrollo y, en muy buena medida, condiciona las discusiones sobre la configuración definitiva de una futura política de protección del suelo. Por otra parte y rompiendo con uno de los paradigmas más arraigados en materia de protección ambiental -la idea hasta entonces básica de que sólo desde las legislaciones nacionales se podía brindar protección al suelo-, los planteamientos esbozados en este documento demostraban la conveniencia de una aproximación comunitaria en esta materia. En esta tesitura, de cara a unas posteriores discusiones en el Consejo cuyos resultados finales se presentaban inciertos, los Servicios de la Comisión establecieron una estrategia fundamentada en dos pilares: difundir el contenido del documento tanto como fuera posible y recabar el apoyo de la comunidad científica ante esta iniciativa. Es en este contexto en el que se organizó y se celebró el Seminario de Soria cuyos contenidos se presentan en esta publicación.
En Soria se tuvo la ocasión de hablar en público y en privado de muchas cosas, incluyendo entre ellas el anuncio de una política para la protección del suelo. Allí, haciendo un ejercicio de mayéutica, se confirmó que los Servicios de la Comisión habían acertado al menos en el diagnóstico, identificando los grandes procesos de degradación del suelo a escala comunitaria e incluso global: la erosión, la perdida de materia orgánica, la contaminación, la salinización, y la perdida de biodiversidad. De la misma manera, se reflexionó sobre algunos aspectos transversales, tal como los costes económicos de la degradación de suelos, la incidencia de la degradación del suelo en la consecución de un mínimo de seguridad alimentaria, o el papel del suelo como reservorio de carbono y su potencial para mitigar las consecuencias del cambio climático. Por último, con la finalidad de sacar la discusión del exclusivo mundo de las ideas, se presentaron algunas experiencias de programas institucionales de vigilancia y conservación de suelos tanto en el contexto nacional como internacional. Además, este Seminario, más allá de sus contenidos formales, constituyó una verdadera singularidad pues durante unos días gentes de muy diverso quehacer y origen unieron sus fuerzas para empujar un poco el proceso.


Por fortuna, ésta fue una historia con final feliz. La comunicación de protección del suelo salió relativamente indemne de las discusiones del Consejo y tras eso, durante la segunda parte del 2003 y la primera mitad del 2004, la Comisión ha establecido en un tiempo record una serie grupos de trabajo y comités que han profundizado en el desarrollo de contenidos concretos para esta política. En paralelo, el Parlamento Europeo ha dado un razonable respaldo a los trabajos iniciados. No se puede asegurar que un proceso de construcción tan complejo como éste vaya a finalizar con éxito. Sin embargo, independientemente de los resultados finales, sí que creo poder afirmar con seguridad que para todos los que allí nos reunimos fue un privilegio participar en el intento.